Os dejo unos enlaces a unas presentaciones sobre arte del siglo XIX y XX, que os pueden ser útiles para elaborar los trabajos de arte.
PRESENTACIÓN ARTE SIGLO XIX (I)
PRESENTACIÓN ARTE SIGLO XIX (II)
PRESENTACIÓN ARTE SIGLO XX
PRESENTACIÓN ARTE SIGLO XX (II)
Departamento de Geografía e Historia
lunes, 1 de junio de 2015
lunes, 25 de mayo de 2015
jueves, 23 de abril de 2015
UN BUEN TEXTO PARA ENTENDER EL CRAC DEL 29
Groucho Marx, accionista en 1929 -
«Muy pronto, un negocio mucho más atractivo que el teatral
atrajo mi atención, y la de todo mi país. Era un asuntillo llamado mercado de
valores. Lo conocí por primera vez en 1926. Y constituyó una sorpresa muy
agradable descubrir que era un negociante muy astuto. O al menos eso parecía,
porque todo lo que compraba aumentaba de valor. No tenía asesor financiero.
¿Quién lo necesitaba? Podías cerrar los ojos, apoyar el dedo en cualquier punto
del enorme tablero mural y la acción que acababas de comprar empezaba
inmediatamente a subir. Nunca obtuve beneficios. Parecía absurdo vender una acción a 30 $
cuando se sabía que dentro del año doblaría o triplicaría su valor.
Mi sueldo semanal en
Cocoteros era de unos dos mil $, pero esto era calderilla en comparación con la
pasta que ganaba teóricamente en Wall Street. Disfrutaba trabajando en la
revista pero el salario me interesaba muy poco. Aceptaba de todo el mundo
confidencias sobre el mercado de valores. Ahora cuesta creerlo pero incidentes
como el que sigue eran corrientes en aquellos días.
Subí a un ascensor del hotel Copley Plaza, en Boston. El
ascensorista me reconoció y dijo: -hace un ratito han subido dos individuos,
señor Marx, ¿sabe? Peces gordos, de verdad. Vestían americanas cruzadas y
llevaban claveles en la solapa. Hablaban del mercado de valores y, créame,
amigo, tenían aspecto de saber lo que decían (…). El caso es que oí que uno de
los individuos decía al otro: “ponga todo el dinero que pueda obtener en United
Corporation” (…)
Le di cinco dólares y corrí hacia la habitación de Harpo. Le informé inmediatamente acerca de esta mina
de oro en potencia con que me había tropezado en el ascensor. Harpo acababa de
desayunar y todavía iba en batín. "En el vestíbulo de este hotel están las
oficinas de un agente de bolsa", dijo, "espera a que me vista y
correremos a comprar estas acciones antes de que se esparza la noticia".
"Harpo", dije, “¿estás loco? ¡Si esperamos hasta que te hayas
vestido, estas acciones pueden subir diez enteros!” De modo que, con mis ropas
de calle y Harpo con su batín, corrimos hacia el vestíbulo, entramos en el
despacho del agente y en un santiamén compramos acciones de la United Corporation
por valor de ciento sesenta mil dólares, con un margen del veinticinco por
ciento (...); si uno compraba ochenta mil dólares de acciones, sólo tenía que
pagar en efectivo veinte mil. El resto se le dejaba a deber al agente (…).
El mercado siguió subiendo y subiendo (...). Lo más
sorprendente del mercado en 1929, era que nadie vendía una sola acción. La
gente compraba sin cesar {...}. Lamentaba desprenderme de cualquier acción,
pues estaba seguro de que iba a doblar su valor en pocos meses (...). El
fontanero, el carnicero, el panadero, el hombre del hielo, todos anhelantes de
hacerse ricos, arrojaban sus mezquinos salarios -y en muchos casos, sus ahorros
de toda la vida- en Wall Street (...).
Y, mientras el mercado seguía subiendo hacia el firmamento, empecé a
sentirme cada vez más nervioso. El poco juicio que tenía me aconsejaba vender,
pero al igual que los demás primos era avaricioso.
Un día concreto, el mercado empezó a vacilar. Algunos de los
clientes más nerviosos fueron presa del pánico y empezaron a descargarse de sus
acciones (...). Al principio, las ventas se hacían ordenadamente, pero pronto
el pánico echó a un lado el buen juicio y todos empezaron a lanzar al ruedo sus
valores. (…).
Luego, el pánico alcanzó a 1os agentes de bolsa, quienes
empezaron a chillar reclamando los márgenes adicionales (...) y los agentes
empezaron a vender acciones a cualquier precio (...). Luego, un martes
espectacular, Wall Street lanzó lo toalla y se derrumbó. Eso de la toalla es
una frase adecuada, porque por entonces todo el país estaba llorando (...). El
día del hundimiento final mi amigo, Max Gordon (...), me telefoneó desde Nueva
York (...). Todo lo que dijo fue: "Marx, la broma ha terminado". Algunos de mis conocidos perdieron millones. Yo tuve más suerte, lo único que perdí fueron 240.000 dólares.... era todo el dinero que tenía.»
(Groucho Morx: Groucho y yo.
Barcelona, Tusauets Editores. 1980.)
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